Se había quedado
dormido. Trató de desperezarse y apagó el televisor somnoliento. La
habitación se había quedado oscura. Se frotó los ojos y se levantó
del sofá tambaleante. Salió por la puerta y se dirigió al lavabo.
Toda la casa estaba oscura y no se veía nada, pero se sabía su casa
de memoria y podía caminar por sus pasillos si tropezarse. Alzó la
mano con pesadez y encendió la luz del pasillo al pulsar el
interruptor. Precipitadamente las bombillas explotaron al encenderse,
creando una fuerte ráfaga de luz que le cegó y le dejó una ilusión
en su mente de la que no se percató.
Cabreado, caminó
hacia el baño a tientas y con cuidado de no tirar nada. Al llegar al
recibidor, algo le llamó la atención lo suficiente como para
desperezarse del todo: Alguien había echado abajo su puerta y,
probablemente, estaba dentro de su casa. Ahora recordaba lo que había
visto y miró al fondo del pasillo con miedo. Había visto una figura
con el destello de las luces y ahora no podía ver nada por culpa de
la explosión de las bombillas.
Una oleada de
sudor frío le recorrió la espalda y la frente. Había alguien en su
casa y le había visto, pero ahora no podía ver más allá de su
nariz. De repente escuchó un ruido, como de un motor, y el estruendo
de una cadena. Un olor pegajoso de gasolina quemada empezó a inundar
la casa. Por un momento se acordó de la finca de su abuela, en el
pueblo, y recordó que tubo que comprar una moto-sierra para talar un
árbol. Debía llevarla la semana que viene.
Se asustó como
nunca antes lo había hecho y salió corriendo por la puerta. Oyó
más pasos a parte de los suyos que iban hacia la puerta. Estaba
persiguiéndole. Iba a cruzarse en su camino. Corrió cuanto pudo
para salir por la puerta. Ya estaba cruzando el umbral cuando empezó
a escuchar un traqueteo de unos chasquidos y pudo percibir cómo la
moto-sierra se quedaba encallada en algo blando. Cuando había
cruzado la puerta, notó un fuerte desgarro en su cuello y perdió el
conocimiento. El dolor duró un instante y su cuerpo, inerte y sin
vida, cayó desplomado escaleras a bajo.
A la mañana
siguiente encontraron su cuerpo sin cabeza en el rellano del octavo
piso de su edificio. La policía buscó durante todo el día dentro
de su casa destrozada, por el hueco del ascensor y por las escaleras.
No había más rastros de sangre que los desparramados por su cuerpo.
No apareció su
cabeza.